Con motivo de la celebración del X Aniversario de Kanlli, estamos inmersos en la labor de hacer un recorrido por la historia de los últimos 10 años de marketing digital. En este apasionante viaje, hoy nos topamos con 2012, año en el que vivimos el auge de las APIs (Application Programming Interface), cruciales para el desarrollo de webs y aplicaciones móviles.
Además, la apertura de datos supuso un punto de inflexión radical en el campo de la programación. Cada compañía creó la suya, con el objetivo de que otros desarrolladores trabajasen sobre ella y crearan productos que ayudaran a promocionar los propios productos o servicios de la compañía en cuestión.
Una API es un conjunto de programas que escuchan peticiones de datos o de servicios de otros (por ejemplo «dame todos los emails de tu base de datos» o «envía un mail con este asunto y este cuerpo a toda tu base de datos»). Esta recepción de peticiones se hace mediante un intercambio de información con un formato estándar y de uso habitual y el peticionario generalmente necesita autentificarse de algún modo para obtener el permiso necesario para operar.
APIs y reducción de costes
Antiguamente, y sobre todo antes de 2012, cuando dos sistemas necesitaban intercambiar información entre sí, se requerían programaciones complejas y ad-hoc para conectar los dos sistemas. Era terriblemente costoso, puesto que cada caso había que tratarlo individualmente y el resultado, además, podía derivar en que los códigos de ambos sistemas se llenaran de trampas o parches que minaban su calidad, rendimiento y, en ocasiones, hasta su propio funcionamiento.
La implantación de APIs en todos los sistemas que necesitaban pedir o entregar datos supuso una capa estándar común para todos y, sobre todo, el control propio de qué información das y a quién. Por ejemplo, imaginemos una ferretería self-service a la que, de repente, le pones un dependiente: el dependiente es la API. En vez de que el cliente deba buscarse la vida, habla con el dependiente y le pide lo que quiere, él lo interpreta, se va al almacén y trae el producto. El dependiente sabe dónde está cada cosa y conoce su ferretería mucho mejor que nadie. Si el cliente tuviera que ir al almacén y buscar el tornillo, aparte de tardar mucho más tiempo, es posible que en la búsqueda tirara algún cajón al suelo y no supiera o quisiera arreglar el desaguisado.
La reducción de costes con la apertura de las APIs también fue muy importante: si querías dar información a varios sistemas de terceros, en lugar de hacer desarrollos uno a uno, se dio de alta un servicio para todo el mundo con unas reglas de acceso comunes. De este modo, no sólo se solucionaba el problema para los sistemas que querían conectarse contigo en ese momento, sino que dejabas el trabajo ya hecho para los hipotéticos sistemas que quisieran conectarse en el futuro.
Esto multiplicó la conectividad entre servicios porque era más fácil, más rápido y más barato pedir datos y servicios a otro, ya que en muchos casos el trabajo ya estaba hecho. De hecho, muchos dueños de sistemas que ni se habían planteado conectarse con otros sistemas que podían ayudarles, empezaron a considerar esta posibilidad sabiendo que gracias a una API era mucho más sencillo.
La API de Facebook
Las APIs existen desde hace mucho tiempo, y sectores concretos las usan dentro del b2b desde hace años, pero su boom se vio muy reforzado por dos razones: una, las aplicaciones móviles y la necesidad de «compartir» de los usuarios de estas aplicaciones hacia otras. Dos, Facebook, sobre todo desde que orientaron su negocio a que el usuario tuviera dentro de su perfil el máximo posible de contenido de Internet que le pudiera interesar. Facebook se convirtió en uno de los principales actores, ya que impulsó en gran medida el intercambio estándar de información entre sistemas distintos.
Recién entrado 2012, Facebook era una de las compañías que más apostaba por ofrecer una servicio potente a los desarrolladores, gracias a Facebook Graph API. Nacida en 2010, la API de Facebook, en pleno boom generalizado de las APIs, esta red social que ya suministraba en 2012 acciones sociales a millones de webs y aplicaciones móviles. Las APIs eran, por entonces, una de las principales estrategias, no sólo de Facebook, sino también de Google y Twitter.
La apertura de la API de anuncios de Facebook supuso una auténtica revolución, al ofrecer una plataforma con herramientas que daba la posibilidad a los desarrolladores de crear aplicaciones web y móviles que se ejecutaban dentro de Facebook mismo, aplicaciones que podían convertirse en potentes herramientas para el marketing digital, dada la gran cantidad de datos e información sobre el comportamiento de los usuarios que eran capaces de recoger.
En 2012 sabíamos que teníamos muchas posibilidades, cuatro años después, de ser #TuAgencia10.