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El diseño de microinteracción debe ser tenido en cuenta por cualquier diseñador que busque una experiencia de usuario satisfactoria. A pesar de que para el usuario pasan desapercibidas, las microinteracciones juegan un importante papel, ya que se producen en numerosas ocasiones a lo largo del día en la navegación, sobre todo a través del móvil. Se puede decir que estas microinteracciones son el momento en el que el usuario y el diseño se aproximan, y que el usuario no suele reparar en ellas hasta que las echa en falta.

Desde apagar una alarma hasta pulsar el botón de compartir en Facebook, las microinteracciones son una parte importantísima del diseño de interfaces que deben ser planificadas en el desarrollo de productos digitales. Si hablamos de diseño de microinteracción no únicamente cabe pensar en aquellas que el usuario espera que esté ahí, sí o sí, sino también es importante innovar con el objetivo de sorprender al usuario y facilitarle la navegación.

El diseño de microinteracción no olvida cuál es el objetivo principal durante el desarrollo de un producto: cambiar el comportamiento humano. Y eso se consigue mediante la formación de hábitos. Las microinteracciones son la oportunidad perfecta para que se dé un cambio de hábitos que derive en un cambio de comportamiento y persiguen una interfaz más amigable, intuitiva y humana.

Determinar cuáles van a ser esas microinteracciones, su animación o detectar dónde existe la oportunidad, dependerá en gran parte de la pericia del diseñador, y del grado de implicación que desarrolle para enfocarse en los detalles del producto. Un buen diseño de microinteracción hace que el usuario decida permanecer en una web o una app, por lo que podemos asegurar que aumentan el compromiso a un coste que es relativamente bajo. Si el diseñador es capaz de concebir una UX que -a la par que cumpla su objetivo- brinde satisfacción al usuario, habrá muchas posibilidades de que éste regrese.

Cuando nos enfrentemos al diseño de microinteracción debemos ser muy conscientes de que éstas van a suponer una gran ventaja en cuanto a usabilidad, pero de manera prácticamente imperceptible. Se busca que las microinteracciones pasen ciertamente desapercibidas, de manera que la experiencia de usuario se entienda como algo natural, fluido. El usuario no debe reparar en qué elementos están convirtiendo su navegación en una experiencia satisfactoria y sin fricciones, simplemente debe toparse con un proceso fluido y que esa fluidez la entienda como algo natural.

El diseño de microinteracción debe de tener en cuenta todos aquellos patrones de comportamiento generales que los usuarios han ido adquiriendo a lo largo de los años, pues no podrá saltárselos. Estos hábitos deben ser tenidos en cuenta y, a no ser que se trate de una nueva idea de microinteracción, no deben alterarse los estándares establecidos. Debemos centrarnos en lo intuitivo, pero también en lo emocional. Las microinteracciones deben estar enfocadas en dar solución a un posible problema u obstáculo que se encuentre el usuario. Y deben entenderse de manera clara e instantánea. Para conocer más sobre este tema, os invito a leer el artículo UX y diseño en base a la psicología del usuario.

El diseño de una microinteracción debe estar centrado en un un proceso, sobre cuatro pilares. El primero de ellos es el que conocemos como «disparador», que es aquel elemento gráfico que da pie al inicio de la acción. Por ejemplo, un botón. Después debemos establecer los parámetros de lo que ocurrirá cuando el usuario interactúe con dicho disparador para, en una tercera fase, hacer ver al usuario que su microinteracción ha dado un resultado. Finalmente, debido al carácter breve de la microinteracción, esta debe ser concebida para un uso repetido, es decir, conviene que nos aseguremos de que no cansará con el uso. Tampoco olvidemos que el tiempo de respuesta debe estar dentro de 0,1 segundos: la inmediatez que hace que el usuario sienta que tiene control.

Finalmente, me gustaría señalar la importancia de que el diseño de microinteracción esté en consonancia con la voz de una marca en cuanto al factor estético y de diseño gráfico. Sólo así estarán perfectamente integradas y lograrán pasar tan desapercibidas como es deseable, de cara a que el usuario note que su UX es plena, pero no logre identificar el por qué.